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Trotamundo del tablero

Alexander Alekhine logró el score de +17 -4 =3 en una exhibición celebrada en Moscú el 23 de Febrero de 1911. De la misma se conoce solo una partida contra un ajedrecista “amateur” del que no se pudo saber su nombre.

Luego el 30 de Marzo de aquel año, de nuevo en Moscú, Alekhine ofreció la sesión de simultáneas más grande hasta aquella fecha, logrando el puntaje de +34 -9 =8, contra fuerte oposición. De esa vez, sólo se conserva también una partida que curiosamente fue contra un tal C. N. (del que no se sabrá nunca más que sus “iniciales”).

En partidas de exhibición también viene a cuento un encuentro a doble vuelta disputado por correo desde el 16 de Diciembre de 1909 hasta Marzo de 1911 entre un equipo moscovita y otro de Riga. En el primero, estaba “Alekhine, Bernstein y D. Pavlov”. El equipo letón que ganó por 1,5 a 0,5  estaba formado por “Behting, Bol y Lyut”.

Y pasamos al 6 de Mayo de 1911. Aquel día, Alekhine jugó en el tablero nº 1 del equipo moscovita contra Znosko-Borovsky de San Petersburgo, con el que hizo tablas, aunque Moscú terminó perdiendo el match por 3-6 (!?) – Influencia de Mikhail Chigorin -.

También podríamos destacar la exhibición que Alekhine dio contra varios jugadores de manera individual en Colonia, en Junio de 1911. A reseñar son sus partidas contra Freiman (comentada en su libro “Mis Mejores Partidas 1908-23”) y contra Tenner, cotejo que sólo de pasada, el propio Alekhine nombró al explicar en el libro citado la 2ª partida de su match con Teichmann de Berlín 1921.

 En esta ocasión, su partida con Tenner, fue comentada en el libro de Reinfeld, titulado “100 Instructive Games of Alekhine”.

Hay una partida menos conocida de esa exhibición de Colonia que fue la que jugó contra G. Rotlevi y que la hemos podido rescatar gracias a las investigaciones de Kalendovsky y Fiala en el primer tomo de sus  tres libros titulados “Complete Games of Alekhine”.

 A esa exhibición, siguió otra en Munich, que de nuevo Reinfeld relató, contando las incidencias de la partida “Bachrach, Schapiro y Wolfrum” ambos al unísono contra “Alekhine” y que fue ganada por los “aliados” (!?).

 También se conserva un encuentro disputado el 21 de Mayo de 1911 en Moscú entre “Alekhine y D. N. Pavlov” (con blancas) contra “Maliutin y Selezniev”, con victoria de los primeros.

 El 12 de Abril del año siguiente, 1912, se disputaría un match revancha entre las dos selecciones de Moscú y de San Petersburgo, que de nuevo terminaron ganando estos últimos, pero esta vez por la mínima diferencia: 4,5-5,5. Al igual que en el anterior encuentro, Alekhine no pudo pasar del empate ante Znosko-Borovsky.

 Alekhine, Reinfeld y Minev, en tres fuentes distintas comentaron el duelo entre “Alekhine y Esser” contra “Freiman y Levenfish” disputado el 23 de Septiembre de 1912 en San Petersburgo, con victoria de los primeros.

 Se dio la curiosa circunstancia de que Alekhine participaría de nuevo allí, pero a finales de año, el 17 de Diciembre, en una sesión de simultáneas que dio entre otros al propio Alekhine, el legendario Dus Chotimirsky (ver foto), que “curiosamente” venció a la joven figura mundial (!?).

Dus Chotimirsky (26 de Septiembre de 1879 – 6 de Noviembre de 1965) fue uno de los más eficientes jugadores de Kiev (Ucrania). Participó en el famoso Torneo de Carlsbad de 1907, derrotando en él a Nimzovich, Janowski, Spielmann y otros.

 La característica más destacada de su estilo fue su poderosa fuerza de ataque. En 1910 ganó el Campeonato de San Petersburgo y empató un encuentro con Marshall (3-3).

En años posteriores se convirtió en uno de los directivos de la Federación Rusa de Ajedrez y jugó un importante papel en la difusión del juego-ciencia en su país.

Merece la pena que recordemos también su victoria contra Emanuel Lasker en el Torneo de San Petersburgo de 1909.

En aquella partida simultánea contra Alekhine, la realidad fue, que aunque ganó, Dus Chotimirsky ¡las pasó canutas!.

 Veámosla ahora:

 Ver partida entre Dus Chotimirsky y Alekhine.

 Angel Jiménez Arteaga

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La primera Simultánea de Alekhine

Tras haber visto las dos primeras rondas del famoso 41º Campeonato de la U.R.S.S. de 1973 que nos sirvió para demostrarnos que solamente en una partida se acordó un empate más o menos rápido; algo bastante inusual en los torneos de hoy en día (¿la juventud nació cansada?) pasamos ahora a recrearnos en una partida de exhibición de Simultáneas del mítico campeón mundial Alexánder Alekhine. Y es casualmente la primera partida que se conoce del genio de ataque ruso en esta modalidad.

Fue el 19 de Febrero de 1910 en Moscú. Dicen las crónicas que en el lugar de juego, la sala grande estaba ocupada aquella noche y sólo 22 ajedrecistas amateurs pudieron ocupar la habitación pequeña donde se desarrolló la exhibición, quedando fuera de la misma (por falta de espacio) otro montón de aficionados.

Después de 3 horas y 25 minutos, Alekhine ganó 15 partidas, perdió 1 e hizo tablas en otras 6.

El dinero recaudado fue donado para crear un monumento a Mikhail Chigorin, padre de la escuela rusa (!?).

Ver partida:  Ale-Gut

Angel Jiménez Arteaga

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¡Más regalos de Reyes! (1)“Perdido en Buenos Aires” de Antonio Alvarez Gil

“Mucho antes de que Alexander Alekhine realizara su último movimiento con las piezas negras, José Raúl Capablanca era consciente de haberse metido en una dinámica que conducía sin falta a la derrota. No había logrado, sin embargo, salirse de ella. Sabía también que su posición actual no daba siquiera para tablas. Le aterraba la idea de perder la primera partida del encuentro en el que defendía la corona de campeón mundial. Sería, además, la primera derrota en su cuenta particular con el ajedrecista ruso. El maestro cubano conocía muy bien a Alekhine, estaba familiarizado con su juego frío y calculado y sabía que no había nada que hacer. Por eso, cuando la mano de su adversario planeó despacio sobre el tablero y se detuvo a unos centímetros de la torre negra, José Raúl Capablanca dio el juego definitivamente por perdido. Así, ardiendo de impotencia y rabia, vio cómo el hombre completaba la jugada. La mano quedó un instante suspendida en el aire; luego bajó, rauda y decidida, y con tres de sus dedos agarró la pieza y la hizo moverse un paso a la derecha. Alekhine pulsó el botón del reloj, se recostó en el asiento y respiró. Era su manera de decirle que se acababa el juego. Capablanca fijó la atención en la torre, instalada ya en su nuevo emplazamiento. Entonces la pequeña figura creció hasta convertirse en una muralla insalvable que amenazaba con asfixiar al soberano blanco. Desde lo alto de sus almenas bajaban ríos de aceite hirviente que perseguían al infortunado monarca con la intención de arrinconarlo en lo más profundo de su reino… .

 Conmocionado por lo que consideraba un accidente, Capablanca no tocó una sola de las pocas figuras blancas con las que había pensado disputar el final. Un despecho insoportable le cortaba el aliento. Se limitó a inclinar ligeramente la cabeza y tender la mano a Alekhine. Luego, sin esconder el disgusto, dijo: “está bien, ha ganado usted”, y estuvo a punto de agregar: “por fin”. El ruso sonrió, y Capablanca se levantó de la mesa donde habían quedado huérfanas sus piezas y le dio la mano al árbitro. Éste respondió al saludo con una chispa de decepción en la mirada. Y enseguida, tras felicitar a Alekhine, se acercó a la puerta de la sala donde se dirimía el campeonato mundial de ajedrez y la abrió de par en par. El público que se agitaba fuera guardó un silencio súbito, tratando de adivinar lo que había ocurrido tras aquellas puertas. Pronto, sin embargo, quedó claro… . Y un murmullo sordo se levantó en el aire de la estancia. Entre el grupo de colegas que esperaban, Capablanca distinguió el rostro sorprendido de Rolando Illa, su gran amigo y valedor en la Argentina. Se encontraba a unos pasos del umbral y se veía serio, evidentemente contrariado. Entonces levantó la mano y lo saludó, tratando de sonreír. Illa, por su parte, le respondió con una sonrisa de circunstancias; y sin pronunciar palabra, recorrió la distancia que los separaba y le tendió la mano. Además de Rolando Illa, algunos otros amigos y colegas rodearon al perdedor de la partida para saludarlo y brindarle su apoyo.

 Entretanto, Alexander Alekhine permanecía en su asiento, contemplando absorto las piezas de su adversario, como si estuviera todavía estudiando el juego y tratando de explicarse a sí mismo lo que había ocurrido sobre el tablero. Pronto –cómo no- fue también cercado por sus simpatizantes y amigos. Y, claro está, por aquellos que se las ingenian siempre para estar presentes en las celebraciones de los triunfos.

 Finalmente, José Raúl Capablanca cogió la gabardina que le tendía un conserje, se caló el sombrero y se alejó del salón donde había comenzado a quebrarse el mito de su imbatibilidad. En la planta baja del Club Argentino de Ajedrez reinaba una actividad frenética. Había decenas de periodistas, expertos en el juego y mucho público en general, argentinos del pueblo que habían venido a aplaudir la victoria del cubano y no podían aceptar la noticia de su derrota. Al verlo aparecer, la gente se agitó. Todos querían expresarle su simpatía, decirle alguna palabra de ánimo. Capablanca levantó la vista a ellos y, forzando una sonrisa, los saludó con un movimiento de la mano. Luego resistió como pudo los relámpagos de las cámaras, fingiendo dar la cara a los objetivos que lo apuntaban, pero declinó responder a las preguntas de varios periodistas que intentaron abordarlo. Así, sin otras muestras de cortesía y sin hablar con nadie, caminó hacia la salida. Parecía un mariscal pasándole revista a la tropa. De toda su persona emanaba un saber estar y un orgullo natural extraordinarios. Nadie que lo hubiera visto en aquel momento, moviéndose con elegancia por el salón entre el gentío, habría dicho que aquel hombre era el perdedor de la partida. Rolando Illa lo acompañaba en silencio. Capablanca llevaba la cabeza erguida y la vista fija en algún punto lejano. Sólo él sabía que tenía la mirada nublada, y que un torbellino de ideas encontradas le fustigaba la conciencia. ¿Cómo había podido ocurrir?, se decía una y otra vez. Tendría que reconstruirlo todo y precisar en qué se había equivocado. En cualquier caso, había comenzado a sospechar que el encuentro con Alekhine sería realmente largo y trabajoso”.

 Este fragmento de esta mágica novela, difundido por Internet, corresponde al capítulo 1 del ya famoso libro de Antonio Alvarez Gil titulado “Perdido en Buenos Aires”, Premio de la Novela Vargas Llosa 2009 y editado en Octubre de 2010 por la Universidad de Murcia conjuntamente con Caja Mediterráneo.

Entre los meses de Septiembre y Noviembre de 1927, la ciudad de Buenos Aires fue escenario de uno de los encuentros más apasionantes en la historia del ajedrez mundial (sres. mandatarios actuales de la FIDE, tomen nota por favor, que estáis como divagando por el mundo del ajedrez actual…).

 El cubano José Raúl Capablanca defendía el título de campeón del orbe ante el retador, el jugador francés de origen ruso, Alexander Alekhine (léase por favor, Aliejin).

La novela “Perdido en Buenos Aires” recrea aquellos días porteños de Capablanca y narra, siempre desde la óptica del cubano (!?), su estancia de dos meses y medio en la ciudad del Plata.

Las escenas de ajedrez están contadas aquí con un lenguaje ameno y comprensible al común de los lectores. Ellas nos descubren el drama del campeón, que ve cómo se le escapa el título ante un rival al que siempre consideró inferior.

En la trama de esta novela, Capablanca se sumerge en la Bohemia porteña y se deja llevar. Además de ajedrez, sus días y sus noches, se llenan de tango y de cantantes, de actrices y… también de amor!.

Por las páginas de “Perdido en Buenos Aires” desfilan Carlos Gardel y todo un grupo de figuras del escenario y la farándula de la ciudad.

Aquí se mezclan ficción y realidad hasta un punto en que es imposible separarlas.

En cualquier caso, lo único aparentemente cierto es que la noche de Buenos Aires contribuyó en gran medida a que uno de los genios más grandes de la historia del ajedrez mundial cediera su puesto a quien se lo supo ganar con trabajo, constancia y esfuerzo creador.

 Queridos lectores, los Reyes Magos de Oriente (¡al haberme portado tan bien este año!) me dejaron este gran libro:

http://www.ideasdeportivascanarias.com/

o

http://www.reinoajedrez.com/tienda/index.php

 Juro que me lo pude haber leído entero en un día. ¡Sin problemas!. Cala en los huesos rápidamente… .

 Sin embargo me he parado en la página 124 (de 367). A la espera de proseguir próximamente con la lectura del capítulo 10.

 El libro, bien pensado por su ilustre autor, tiene 34 capítulos, el mismo número que las partidas de aquel gran match!. Y no me he parado en la página 124 de manera gratuíta. Simplemente es porque necesitaba en ese momento reproducir con calma la primera partida de aquel gran match. Para ello, usé el libro de la Editorial Sopena sobre el encuentro, otro libro de Kotov (en español) sobre Alekhine y el tomo II de las mejores partidas de Alekhine, pues el propio campeón la comenta allí.

Quería sacar conclusiones. ¡Y creo que las saqué!.

 Antes de pasar a ellas, quisiera comentarles que Antonio Alvarez Gil nació en 1947 en Melena del Sur, Cuba, y vive desde 1994 en Estocolmo, Suecia. Su obra discurre de manera paralela a su vida y refleja los conflictos y avatares de su pueblo, tanto en la Isla como en su ya largo peregrinar por el mundo.

Autor de una extensa obra literaria, por ella ha recibido numerosos premios y galardones. Alvarez Gil figura en grandes antologías del cuento contemporáneo. Cuentos y artículos suyos han aparecido en publicaciones de España, Italia, Suecia, Estados Unidos y Latinoamérica.Es miembro de la Asociación de Escritores de Suecia.

Lo cierto es que Capa se quejó amargamente, al término de la primera partida por su juego irregular. También criticó el proceder de Alekhine. Desde su punto de vista, aquel cotejo estuvo muy mal jugado por ambos contendientes.

 Lo cierto es que hasta aquí se pensaba que la mayor parte de los problemas del blanco venían tras su erróneo décimosexto movimiento.

El propio Garry Kaspárov, el “Papa” del ajedrez actual, en su tomo I de su obra Mis Geniales Predecesores (la “Biblia” del ajedrez) así lo señala. Pero incluso “antes” de aquel gran error, el ajedrez computado nos informa hoy en día que “Capa” estaba en grandes problemas para salvar esa primera partida del match, muy mal jugada ya por el maestro cubano desde la misma apertura… .  

Por cierto. Permítanme hacer un pequeño paréntesis, ahora que ha salido el nombre de Kaspárov.

Nos vamos enterando poquito a poco de quién es quién en el mundo del ajedrez. Aquel señor “de color” que increpó a Kaspárov el día de las elecciones a la FIDE y cuyo “bochorno” se pudo ver perfectamente en todo los lugares del mundo “civilizado” gracias a Internet, era el “delegado” de la FIDE por Bermudas (?!). Nos es que tenga nada contra ese archipiélago, pero dudo mucho que allí se juegue al ajedrez decentemente… . ¡Qué pena!. Todo un “papa del ajedrez”, con lo que representa para nuestro gran mundo cultural e intelectual, viéndose allí “ultrajado” entonces por un personaje que nada tiene que ver para el real y auténtico desarrollo del juego-ciencia.

 Triste realidad, señores Ilyumzhínov y Makropoulos: ¡Rodéense de gente que valga. De gente eficiente y no de gente de aquella calaña que poco puede aportar al mundo del ajedrez actual!.

http://ajedreztenerife.blogspot.com/2010/09/39-olimpiada-de-ajedrez-de-khanty_30.html

Sigamos con lo que hoy nos ocupa. Ese libro es una gran novela. Me está gustando en cantidad. Lo recomiendo para todos aquellos interesados en la historia del juego ciencia.

Antes de pasar a ver con detalle el momento señalado en aquella primera partida del match, me gustaría corroborar aquí con hechos “fidedignos” (por lo aparecido en la prensa de entonces) lo que en la novela se nos narra con repetida frecuencia. “La vida bohemia de Capa durante aquel match frente a la vida austera de Alekhine”:

 “El aspirante se comportaba de acuerdo a las exigencias del cotejo, acumulando energías en el “roof garden” del Majestic Hotel, en el que estaba alojado junto con su esposa.

Por el contrario, a Capablanca se le veía con frecuencia por todas partes donde había vida nocturna.

En el teatro de revista “Porteño”, que dirigía Bayón Herrera, donde regularmente ocupaba un palco con unos amigos (los que quieran leer el libro vayan recordando ya el nombre de Marina Lemm) y lo mismo en el teatro de revista “Maipo”, donde en cuanto lo veían asomar a la sala, desde las primeras figuras hasta las coristas hacían alusión a su presencia con dichos y canciones que venían al caso y que el público festejaba.

A menudo se le veía en la voiturette colorada “Rambler” (un coche ligero de carreras) que guiaba Consuelo Velázquez, una de las “soubrettes” (actrices de variedades) más renombradas que tuvo el teatro argentino.

Con frecuencia, Capa, terminaba las trasnochadas en un restaurante famoso de la Avenida Callao en donde todos los noctámbulos iban a reponer energías.

Los domingos, se le veía infaltable en las “courses” de Palermo (carreras de caballos)”… . 

 Llegó el momento pues de desarrollar la fase crítica de aquella primera partida del gran match mundial, uno de los más aclamados de todos los tiempos!, por la “fuerza real” y el “misticismo” de ambos contendientes (!?): 

ver partida Cap-Ale1

Angel Jiménez Arteaga

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